Empaquetados, reprimidos, con ínfulas de europeos y desprecio por nuestras raíces, nos cuesta entender a pueblos y líderes espontáneos y dignos Hugo Latorre Fuenzalida (05/10/06) TUVE LA SUERTE de vivir muchos años en Venezuela y aprender de su mentalidad, vitalidad y desenfado. Cuando llegué allá, pensaba que eran gente informal, inconsistente, poco seria y socialmente indefinida, tal vez por esa mezcla de razas morenas, en casi todos sus habitantes. Una anécdota. Un día caminando y conversando, un grupo de chilenos, con don Jaime Castillo Velasco por las calles de Caracas, le comenté al pasar: "Yo creo que a los venezolanos les hace falta inyectar algo de sangre germana". Don Jaime, con la sabiduría calmosa que le caracterizaba y con esa voz profunda, ronca y arrastrada, respondió: ".. O a los germanos inyectarles mucha sangre venezolana". Me dejó frío...Yo, el típico chilenito formado en los prejuicios de raza y de nacionalismos rastreros, me dejó, el recordado d