Barrick y su club de hijos de puta

BARRICK Y SU CLUB DE HIJOS DE PUTA
(con el permiso de las putas, por cierto)

Una vez más los animales domésticos, por indicación de sus amos, salen a morder el andar alegre de la gente libre y generosa. Una vez más, los sirvientes de cosquilla en la barbilla, los sicarios por un plato de comida rancia y los yanaconas históricos de cuanta invasión allegada a cada esquina del planeta, han cumplido su misión meneando la cola echados a los pies del patrón. Una vez más los hediondos intereses, para nada desconocidos pues han sido motor de la traición a lo lago de toda la historia, desataron la ignominia en contra de los más débiles.

Esta vez, la jauría se llamó Corema, compuesta por un puñadito de personajillos a quienes nadie eligió y que sin embargo se han arrogado representaciones que no hacen más que azuzar su propia revancha contra el rancho de adobe en donde muchos de ellos nacieron. Estos monigotes, hambreados desde siempre y acomplejados por su analfabetismo irremediable, se agruparon, como sólo las moscas y los gusanos saben hacerlo, en el edificio del gobierno regional en Copiapó para representar una farsa cuyo desenlace ya todos augurábamos: la aprobación al proyecto Pascua Lama.

Nada podía fallar. No en vano Barrick había redestinado el vuelto del pan para pagar a otra tropa de mal paridos “profesionales” para que se introdujeran como las vinchucas en las casas del valle portando el chagas y la lepra que contagia el dinero. De esta manera el esclavo sonriente de cuello y corbata, usando por primera vez calzado, le ofreció a su hermano ponerle precio a su tierra, a sus animales, a sus hijos, a su cultura y a su destino. Desde un portafolio extrajo formularios que había que firmar si se quería una beca para estudios superiores o un juego de camisetas para el deportivo con cancha junto al río. Como mercaderes de la chuchería se montaron en las micros que suben y bajan por el Huasco y fueron hasta Valeriano con la peste de su discurso. Penetraron en los huertos de Pinte sin permiso, y dejando la puerta del cerco abierta llegaron fumando su hierba. Se presentaron en la junta de vecinos de Chigüinto hablando fuerte y prometiendo una sede de bloque, piso flotante y con Internet. Se les vio queriendo compartir el trago y la risa en los bailes y en las fiestas religiosas. En Vallenar conocieron el güisqui y los pubs por dentro. Y cuando reportaban su campaña ante los amos recibían la mano fría deslizándose por sus lomos como siempre quisieron y no tuvieron cuando niños. Les mandaron cierto afecto por celular.

Así la Barrick fue ensayando la ruta que luego traspondrá el cianuro y el arsénico. En Vallenar apandillaron a los vociferantes consuetudinarios, a los quejumbrosos del nublado y el calor, al lumpen desempleado por vocación y dispuesto a hacer pololitos sin hacer preguntas. Se conglomeraron “microempresarios” de tres empanaditas por semanas, de carcacha Ford del año ñauca y de construcción con palitos de helado para que se montaran en este carro del progreso que empezaba a acelerar. Serían “proveedores”, integrantes de una selecta cartera de cuero de chancho.

Nunca una pascua tuvo tanto regalos como la pasada. Barrick, la canadiense, trajo desde los témpanos de por allá al mismísimo Viejo Pascuero. Barrick incluso propuso llamarla pascua lama y las cuatro municipalidades de la zona celebraron la talla con su sonrisa sin dientes. Los gobernadores, los intendentes y los congresistas de Liliput se sumaron a la juerga agasajando al gigante con pajarete y con duraznos sin pesticida. Yo me pongo con la orquesta; yo con dirigentes amigos, yo con mis hijas desnutridas, y yo con mi gran cama patrimonial de cuatro plazas frondosas por pimientos.

Y en la galaxia mayor los semidioses se habían amigado hace tiempo. El Eje Toronto – Santiago – Alto del Carmen operaba desde hacía rato. Antes los Frei, y por el otro lado los Menem, junto a los Lagos y sus matones, y los primos de éstos de derecha, revueltos con los socios de Bush y su primo lejano Bin Laden vecino de Berlusconi ya habían elegido el color para las nuevas oficinas y las cortinas del baño sobre los glaciares.

Milko Urqueta Torrejón
Vallenar

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