Homenaje a nuestro Libertador Manuel Rodriguez..

Señora dicen que donde, mi madre dicen,dijeron, el agua y el viento dicen que vieron al guerrillero.Puede ser un obispo, puede y no puede, puede ser sólo el viento sobre la nieve:sobre la nieve, sí, madre, no mires, que viene galopando Manuel Rodríguez.Pablo Neruda: Canto general


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El 24 de febrero de 1785, nació Manuel Javier Rodríguez Erdoíza, el hombre que se encargaría de atizar la llama de la libertad en Chile. Al día siguiente lo bautizó en la parroquia del Sagrario el doctor don Joaquín Gaete, Canónigo de la Santa Iglesia Catedral.
La casa de sus padres se ubicaba en Agustinas con Morandé y, calle de por medio, en la esquina del frente vivían los hermanos Carrera. José Miguel, de quien le separaban diez meses de edad, fue su inseparable compañero de aventuras. No sólo fue ese barrio el escenario de sus travesuras, sino todo Santiago. El cerro Santa Lucía, un arisco montón de rocas en ese tiempo, era el lugar más propicio para las cimarras. Y después de recorrer el barrio de la Chimba (actualmente Independencia), donde robaban la sabrosa fruta de las huertas, iban a dar con su pandilla a la Plaza de Armas. Era ésta un peladero, en cuyo costado oriente se ubicaban numerosos tenduchos que vendían ojotas. Y los compradores botaban en su alrededor las que dejaban de usar, transformándose en los proyectiles más codiciados por estos palomillas. Iniciaban así una verdadera batalla de ojotazos, y en más de alguna ocasión recibió el golpe un señor principal o una dama encopetada.
Y cuando los guardias los correteaban, vencedores y vencidos iban a encumbrar el volantín en los potreros vecinos, junto a las acequías anchurosas de los alrededores.
Sus Padres
Doña María Loreto de Erdoíza y Aguirre, emparentada con el marqués de Montepío, don Nicolás de Aguirre, era una hermosa muchacha de finos modales, cortejada por numerosos jóvenes santiaguinos. Y entre sus pretendientes escogió al comerciante español don Lucas Fernández de Leyva y Díaz, de avanzada edad, que la dejó viuda muy joven.
No pasó mucho tiempo sin contraer un nuevo matrimonio, esta vez con el joven peruano Carlos Rodríguez de Herrera y Zeballos, que desempeñaba el cargo de oficial mayor de Aduana.
De su primer matrimonio quedó a doña María Loreto un hijo, don José Joaquín Fernández de Leyva y Erdoíza, que ejerció el cargo de diputado de Chile en las Cortes de Cáadiz por el año 1809, cuando su madre ya había fallecido.
De don Carlos Rodríguez tuvo a Manuel Javier, Carlos y Ambrosio María.
El Estudiante
Si bien su madre había quedado con alguna situación económica de su primer matrimonio, no daba ésta para pagar los 80 pesos anuales que cobraba el Convictorio Carolino por la educación de los niños provenientes de familias acaudaladas. Manuel Javier tuvo que acogerse a una de las cuatro becas que el colegio tenía, para lo cual sus debieron demostrar pureza de sangre, legitimidad de nacimiento y buena conducta de sus antepasados.
Hablador, vivaz y rey de los motines, Manuel robusteció su amistad con José Miguel Carrera. Juntos realizaron muchas travesuras, desde cargarles la mano a los "soplones" del curso, hasta hacerles pesadas bromas a los profesores. Fueron sorprendidos en una de estas últimas y condenados a una "corrida de palmeta", sanción aplicada con una regla de madera sobre los nudillos de la mano. Los muchachos escaparon del castigo, fugándose por los tejados hasta la calle.
Terminado el colegio, Manuel Rodríguez ingresó a la Real Universidad de San Felipe a estudiar Cánones y Leyes.
Rodríguez destacó por la rapidez con que captaba los argumentos del contrario y la facilidad con que los rebatía. De oratoria rápida y fulminante, mezclada con un tono histriónico, terminaba siempre diciendo la última palabra.
Pero no solamente estudiaba. Asistía a las riñas de gallos y a las chinganas, donde buscaba el contacto y la amistad con la gente del pueblo. Bailaba maravillosamente la zamacueca, las contradanzas y el minuet, todos bailes de moda, y galanteaba apasionadamente a las muchachas bonitas. Era diestro, también, en el manejo del corvo y en los juegos populares. Se hizo asiduo a las tertulias en que algunos privilegiados leían obras prohibidas con el pensamiento de los intelectuales franceses a una serie de petimetres que usaban rapé y tabaco. Más de noche, asomaba su perfil por las peñas del Portal de Sierra Bella, donde se comentaba el último chismorreo político.
Como alumno universitario fue destacado. En enero de 1807 se recibió, sin mayores dificultades, de Bachiller en Cánones y Leyes. En 1811 se presentó para obtener un doctorado, pero el grado se concedía mediante el pago de trescientos pesos que Rodríguez no tenía. Como su pobreza era implacable, ofreció "a falta del pago de propina desempeñar gratuitamente los interinatos en las cátedras de cánones, leyes decreto e instituta". Pero se interpuso en su destino el gobernador García Carrasco, vicepatrono de la Universidad, que dió orden de suspender la decisión.
Se habían opuesto algunos doctores que veían en él un espíritu renovador de oposición a los privilegios y de acercamiento a los desamparados. Manuel Rodríguez no se doctoró jamás, y los acontecimientos de 1810 cambiaron la toga del jurisconsulto por la espada del Guerrillero. seguir leyendo...
ro

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hermosa la foto; eso queda en Puente ALto, Chile. Manuel Rodríguez es el verdadero espíritu de la libertad cuya llama sigue viva en el corazón de los chilenos...
Anónimo ha dicho que…
Jamás el héroe muere
la mano que lo hiere
en página inmortal
su nombre escribe
y el héroe mártir
en su gloria vive.
Unknown ha dicho que…
si todo el pueblo Chileno sabe quienes son los verdaderos padres de la patria, ¿como es que aceptamos que sus nombres sean manchados al ser usurpados por un tirano que decidia por todos? por alguien que solo queria quitar el dominio esañol para ejercer el propio

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